1er. Día

Paula Vanessa Pastrana Cubillos
16 sept 2017
2 Min. de lectura

"Dolorín, dolorán, algún día el dolor se irá"

3 a.m y como si nada me despierto, sin dolor, muy cómoda y mi mamá por su instinto, por decirlo de algún modo, también, preocupada me soba la cabeza, me pregunta como estoy y se vuelve a dormir. Al cabo de 15 minutos caigo rendida otra vez. 4 a.m, abro los ojos y la enfermera aplicándome medicamentos para el dolor, así mismo vuelvo a dormir. 6 a.m, entra la enfermera para bañarme, me despierta e intentamos levantarme pero el dolor y la frustración me invaden, aún así, me levanto e intento sentarme en una silla de plástico para bañarme pero el dolor aumenta y finalmente toca abortar la misión, con lagrimas en los ojos, me vuelvo a acostar. Y el famoso "pato", aquella especie de vasenilla de la que tanto me le burlaba a mi abuela, cuando hospitalizada le tocaba usarla y me encendía a puñitos, porque eso si, nada le es impedimento para dar puñitos. Ahora era mi turno de usarlo, algo MUY incómodo pero preferible a sentir el dolor en la pierna.

7 a.m, hora del pastillerio, una pasta para desinflamar, una para el dolor y una inyección anticoagulante que parecía una vacuna. 8 a.m y la orden de salida está lista, me intentan sentar en una silla de ruedas pero es imposible doblar la pierna, una vez más, con la frustración al 100, cojo las muletas y comienzo el camino directo al taxi que nos espera. Una travesía montarme en el taxi, ya que me tienen que cargar la pierna para pararme o sentarme por el dolor que me genera el movimiento. Y bueno, por ahora toca acostumbrarse a estar sentada con las piernas estiradas y a pedir ayuda hasta para sonreír. El dolor va y viene, como si me amara y me odiara a ratos, pero bueno, tocará contentarlo para que no me ponga a llorar otra vez.