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58vo. día

  • Foto del escritor: Paula Vanessa Pastrana Cubillos
    Paula Vanessa Pastrana Cubillos
  • 12 nov 2017
  • 4 Min. de lectura

“Alfin y al cabo, cuando se entra a una cancha no se habla de género, se habla de 22 corazones latiendo por una misma pasión”

¡Por favor y gracias!

6 a.m y en el fondo, por allá lejos, escuché que me llamaban y adivinen quien era, melissa, la estaba amando tanto, estaba teniendo un super sueño, el cual ahora no recuerdo y aja, tenía que pasar, me levanté medio zombie a abrirle y no sé que me dijo, solo entendí que me alistara, así que aja, cogí mi toalla, me bañé, vestí y bajé a desayunar, Joselín había hecho sándwichs, comí, me cepillé y ¡noj juimo’! Cogimos un taxi, llegamos a la casa de la tía, sacaron un carro, me dieron las llaves, al parecer se tomaron muy apecho lo de mi pase y bueh, esperamos a que llegaran las demás jugadoras. Pero, había un problema, como melissa es tan inteligente y me dijo que no tragera billetera, había dejado el pase y mis papeles, así que tocó coger una moto y venir a recogerlos. En fin, casi me mata, se creyó toretta por un segundo, casi la estripo, volvimos, llegó la people, se repartieron en motos y en el carro, las dos patulecas adelante (la tía también esta operada de la rodilla) y arrancamos. Pensé que me iba a costar más manejar, por lo que no flexiono la pierna en su totalidad, pero no, realmente hasta se me olvidó que tenía la pierna biónica. El paisaje estuvo lindo y las risas por el camino más, realmente valió la madrugada. Llegamos, se cambiaron y casi que no empieza el partido, lo mejor fue ver como jugaban con esa sonrisa en sus caras, hace rato no veía que disfrutaran tanto un partido y bueh, empezó la nostalgia de aquellos recuerdos de mi niñez o en el colegio que fue cuando más disfrute estar en una cancha con un balón en los pies, que hasta descalzo se jugaba, sin ninguna presión, con la única preocupación de que no se acabara el partido, porque si por mi fuera, jugaba todo el día y créanme, a veces lo lograba, pero a medida que fui tomándolo más en serio, por decirlo de algún modo; y comencé a entrenar en equipos y clubes, soñando y trabajando para hacerlo realidad, cada vez más y más, ese placer casi sexual que sentía cuando jugaba, se fue perdiendo y aunque, si me preguntan ahora que siento, diría que es más responsabilidad que otra cosa y les confieso que, aunque en cada partido buscaba, y buscaba ese sentimiento, cada vez lo sentía más lejos. Obviamente no les voy a mentir, entrar a una cancha con el escudo en el pecho de un equipo que te paga y te entrena para estar ahí, sabiendo que ya eres profesional, obviamente en lo que cabe, siendo consciente que apenas está empezando la liga profesional en este país, es ¡uh!, un sentimiento indescriptible y creo que este tiempo me ayudará a encontrar esa pasión perdida, y a volver a jugar con el corazón en los pies.

Ya cuando se estaba acabando el partido, era más sueño que persona y no, no me dormí, culo de anciana ¿Qué?, ridículos, pues no, soy joven y activa. Mentira, creo que ya no aguanto ni una salseada bien bacana, ¿Qué está pasando? Talvez le haré caso a Jose y aceptaré que si parezco una abuela, pero eso cambiará, eche, solo debo ir a Cali unas semanitas y listo, como nueva. Por cierto, soy caleña, aunque no lo crean, es solo que estos 6 años en la costa han influenciado mi acento y si, ¡nada que ver! En fin, se acabó, hablaron y bueh, eran más risas que palabras, pal’ carreins y ¡chaolín!, se hizo más corta la venida, llegamos y bueh, yo no podía más del sueño y melissa care pastel debía irse al otro negocio a hacer unas vainas entonces aproveche, le dije que me iba y ella muy amable, y muy querida me trajo de vuelta al palaceins de Jose, que por cierto no estaba, ya se había largado a Bucaramanga hasta mañana en la noche y bueh, Paula y el coco de luna de miel again, ¡perfect! Llegué, calenté comida que había quedado de ayer, comí, me bañé y me fundí hasta las 5:00 p.m, que no sé porque me desperté y bueh, fue una tarde y noche laarrgaa, vi pelis, comí, bailé, me asustaron, me enchuquicé y terminé riéndo como loca a las 4:30 a.m, ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Ah sí, por cierto, mi mejor amiga y hermana volvió a estar ahí, volvimos a ser aquellas niñas de 5 años que hablaban y se contaban todo hasta tarde, apoyándonos en todo y soy feliz, alfin y al cabo son 17 años de amistad, ¡te amo mi maria! ¡Ya casi estoy en casa!

“No retrocedo, vuelvo más fuerte”

 
 
 

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